Desde
hace un tiempo se viene hablando de un nuevo modelo pedagógico, llamado aula
invertida, aula al revés o Flipped Classroom.
Básicamente
consiste en “dar vuelta” al modelo
educativo habitual utilizado hasta ahora, según el cual, el maestro, conocedor
de la información, comunica los contenidos a los alumnos mediante explicaciones
en el aula, y propone ejercicios prácticos para realizar en casa con el objetivo
de consolidar el aprendizaje.
Por el
contrario, en el modelo Flipped Classroom, el estudiante recibe y asimila
los contenidos de la asignatura antes de llegar al aula, pudiendo utilizar el
horario de clases para realizar las tareas prácticas que antes se realizaban en
la casa o bien para realizar debates sobre el contenido o aplicarlo a nuevos
escenarios, etc., y esto de manera individual, por parejas o por grupos –hay
muchas posibilidades estratégicas para el trabajo en aula-. El objetivo
es lograr una pedagogía activa.
Para
ello, la primera tarea del docente es seleccionar el material visual o escrito
que los estudiantes verán en sus casas. Luego, diseña la clase teniendo en
cuenta este contenido previamente visto por los alumnos. De esta manera, el
docente ya no es un mero expositor de contenidos, sino que guía el aprendizaje
y aprovecha la clase para centrarse en los puntos más complicados, de mayor
dificultad para los alumnos.
El
modelo presenta algunos desafíos importantes, entre otros: 1- Que el docente
cuente con un material idóneo para el fin propuesto; 2- Lograr que los
estudiantes realicen lo que les corresponde previo al trabajo en aula; 3- El monitoreo por parte del docente de este
trabajo de los alumnos.
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