En Argentina desde Marzo del
año 2007 la Escuela Secundaria comenzó a ser obligatoria. Por un lado, es un
hecho importante para que todos puedan acceder a la educación
mínima necesaria en estos tiempos, a fin de conseguir un empleo formal. Pero por
otro, ha creado un problema: jóvenes que antes no iban a la escuela, ahora están
sentados en las aulas, muchas veces contra su voluntad. Ante esto los docentes
y la Institución se enfrentan a un gran desafío: ¿cómo intentar enseñar a quien
no quiere estar en la escuela?.
Observo un paralelismo cuando en nuestro país, en la década del 50, se dio
una creciente expansión del sistema de enseñanza, enmarcada en una política
educativa destinada a brindar una “Educación para todos”, lo cual generó una
demanda social en orden a asegurar la adquisición de aprendizajes formales por
parte de todos los alumnos.
El
fracaso escolar comienza entonces en aquel momento a ser motivo de preocupación
ligado a los problemas de aprendizaje.
Desde una perspectiva pedagógica
se reconocían, hasta ese momento, dos modalidades de respuesta al fracaso
escolar: por una parte el rol de las maestras particulares, que abordaban el
trabajo de los niños con problemas de aprendizaje mediante intervenciones
reeducativas; y por la otra, el surgimiento de la educación especial, como un
cuerpo de conocimientos pedagógico didácticos dirigido a personas con algún
tipo de discapacidad (disfunciones o anomalías) que dificultara la normal
adquisición de conocimientos, lo cual complementó el enfoque médico
asistencial.
Estas modalidades de respuesta
resultaron insuficientes para el abordaje del problema del fracaso escolar,
por lo que se requirió de nuevos conocimientos que generaran una mayor
comprensión de la problemática y dieran lugar a nuevas prácticas profesionales.
Es en esta situación donde surge un nuevo campo profesional como aporte a la problemática planteada: la Psicopedagogía.
Pues bien, considero que en este momento estamos atravesando un desafío
similar, pero, a diferencia de aquellos tiempos, aún no hemos encontrado una respuesta
adecuada. El planteo es, pues:
¿Cómo enseñar a quien de
entrada no presenta interés?