miércoles, 29 de julio de 2015

Ante nuevas generaciones de jóvenes, se necesitan imperiosamente cambios en el sistema educativo

Hace casi treinta años que trabajo en las aulas y pasé por todos los niveles. Pero desde hará más o menos una década o un poco más, vengo escuchando en las salas de docentes, especialmente de nivel primario y secundario, “no doy más”, “me quiero jubilar”, “si pudiera trabajaría en otra cosa”. En mi caso, viendo cómo fue cambiando paulatinamente la sociedad y la escuela también, en el 2008 dejé la secundaria, pudiéndome dedicar a otra cosa. El cambio no fue gratuito, ya que dejé muchas horas titulares pero ganando en salud y alegría. Actualmente continúo en la docencia en nivel terciario y en una suplencia en un Equipo de Orientación Escolar en escuela primaria. En todas las épocas hubo materias que no eran del agrado de los alumnos, pero hasta hace unas décadas todos los que hemos sido estudiantes sabíamos que teníamos que soportarlas estoicamente. Hoy día ya no es así. Los jóvenes no están dispuestos a recibir lo que les den, por más bueno que fuere. Hoy imponen sus deseos, que en muchísimas ocasiones no se ajustan a lo que pretende ser una escuela. Muchos no quieren estar en un aula; van porque sus padres los mandan, porque el Estado los obliga o porque cobran un plan por estar sentados en un banco. En no pocas ocasiones hay jóvenes que entran alcoholizados o drogados a la escuela. En este estado de cosas, ¿cómo hace un docente para poder enseñarle a alguien que no quiere aprender, al menos que no quiere aprender lo que le plantea la escuela?. ¿De qué tiene que disfrazarse el docente para poder dar sus clases?.


Para graficar lo que digo, les propongo aquí el relato de un joven profesor que va a tomar un curso como suplente:
“Al llegar al aula, me dirigí hasta el escritorio. La preceptora me observaba desde la puerta y, cuando terminé de acomodarme, lo único que dijo fue: “Éste es el profesor de Lengua”. Después se fue y cerró la puerta… Frente a mí, había más o menos veinte alumnos de catorce a dieciséis años, que esperaban a que hablara para empezar a medirme… Uno de ellos, que parecía el líder, se levantó del banco, hizo con las manos una especie de gesto ricotero y dijo riéndose, que “con la vieja ésa (la titular) estaba todo repiola”, que no hacían nada, mientras sus compañeros asentían y le festejaban su intervención. Tuve que hacer como que me enojaba y decirle que no podía referirse así a una colega…Cuando terminé mi sermón, les pedí que se dividieran en grupos y les dije que íbamos a leer un cuento. Pero algunos ya habían empezado a escuchar música con el celular, así que tuve que pedirles que lo apagaran, y entonces comenzaron los gestos desafiantes: que no, que no querían, que los otros profes los dejaban, que la directora también los dejaba…En mi caso tuve que negociar y llegar a un acuerdo: podían leer el cuento escuchando música, pero tendrían que bajar el volumen o ponerse los auriculares”. Santos Gonzalo (2013). En las escuelas. Una excursión a los colegios públicos del GBA. Capítulo 9. Santiago Arcos editor. Buenos Aires

Podemos reflexionar o trabajar en clase estas preguntas:
√ ¿Cómo son los jóvenes que hoy ingresan al sistema educativo?; caracterizarlos. ¿Qué buscan?. ¿Qué necesitan?. ¿Qué necesita el país de ellos?
√ ¿Dada la nueva realidad, qué cambios se les ocurre proponer en el sistema educativo?

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