viernes, 15 de agosto de 2014

Qué entendemos por problemas

Parece que la definición de "problema" concita un notable acuerdo entre los estudiosos que se vienen ocupando del caso. De las que habitualmente se manejan, hay una que nos parece especialmente feliz por su brevedad y capacidad de evocación: "un problema es un viaje, no un destino" (Grupo 0, 1987); hay también definiciones más precisas, como ésta: "una situación que un individuo o un grupo quiere o necesita resolver y para la cual no dispone de un camino rápido y directo que lleve hasta la solución" (Lester, 1983), pero todas coinciden en destacar que se trata de una situación para la que no hay una vía de solución prefijada, cuyos pasos uno pueda aprender y aplicar de forma casi automática, sino que se trata siempre de cuestiones cuya respuesta debe ser necesariamente explorada. Por ello parece útil, en principio, la distinción entre problema y ejercicio. 

Según ésta, un ejercicio sería una tarea para cuya realización se han de seguir unos pasos bien establecidos y delimitados y que, por consiguiente, uno llega a realizar de forma mecánica o automática. Así, por ejemplo, consideraríamos ejercicios la realización de un eje cronológico o de una pirámide de población a partir de los datos de una tabla; la elaboración de un esquema con la información básica que proporciona un texto escrito; la descripción formal de los elementos arquitectónicos de la fachada de una iglesia renacentista; el registro de los datos de una excavación arqueológica; el trazado del perfil topográfico entre dos puntos de un mapa, etc. Tales tareas pueden ser más o menos difíciles en función de los datos manejados y, por supuesto, ser ejecutadas con mayor o menor rigor y perfección; pero, en principio, tanto sus soluciones como los pasos para llegar a ellas parecen bien definidos y precisados. No ocurre lo mismo con tareas como, por ejemplo, elegir el emplazamiento más adecuado para una nueva gasolinera en Zaragoza a partir de datos como: un mapa de carreteras con indicación de las gasolineras existentes, flujos de tráfico, precios del suelo, etc.; seleccionar entre varios cuadros de Rafael el que mejor exprese los rasgos del arte renacentista; sopesar entre distintos hechos y circunstancias las causas más determinantes de la quiebra de la monarquía absoluta en España; cotejar dos artículos de la prensa diaria que discrepen en sus análisis sobre los resultados de unas elecciones políticas y discernir en ellos las valoraciones que puedan ser más objetivas y fundamentadas, etc. Estas últimas actividades se nos presentan, al contrario que las anteriores, como tareas sin una respuesta unívoca, a la que uno puede llegar por itinerarios diferentes.
La distinción entre problemas y ejercicios, pese a su aparente claridad, exige hacer una importante matización: aun cuando existan diferencias notables en la naturaleza de uno y otro tipo de tarea (unas más abiertas o discutibles que otras), no es menos cierto que esas tareas pueden ser más o menos problemáticas en función del conocimiento y experiencia de quien las afronta; así, a un alumno con poca experiencia le puede resultar un verdadero problema la simple elaboración de un eje cronológico sencillo, mientras que, por el contrario, un especialista en geografía dará en seguida, con rapidez y aparente automatismo, varias alternativas para el emplazamiento de nuestra gasolinera. Por consiguiente, podemos decir que la distinción entre ejercicios y problemas es, en buena medida, una cuestión de grado y dependiente de los
conocimientos y experiencia del sujeto.  (Tomado el 8/10/2011 de  www.santillana.com.ar)
Para más información leer "La solución de problemas"-Juan Ignacio Pozo
https://drive.google.com/file/d/0B7SpapBKWztja2UxTjdmbHJ4RG1Bd19kOHdLVEZ6eEpvM3JF/edit?usp=sharing

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