Parece que la
definición de "problema" concita un notable acuerdo entre los
estudiosos que se vienen ocupando del caso. De las que habitualmente se
manejan, hay una que nos parece especialmente feliz por su brevedad y capacidad
de evocación: "un problema es un viaje, no un destino" (Grupo 0,
1987); hay también definiciones más precisas, como ésta: "una situación
que un individuo o un grupo quiere o necesita resolver y para la cual no
dispone de un camino rápido y directo que lleve hasta la solución" (Lester,
1983), pero todas coinciden en destacar que se trata de una situación para la
que no hay una vía de solución prefijada, cuyos pasos uno pueda aprender y
aplicar de forma casi automática, sino que se trata siempre de cuestiones cuya
respuesta debe ser necesariamente explorada. Por ello parece útil, en
principio, la distinción entre problema y ejercicio.
Según ésta, un
ejercicio sería una tarea para cuya realización se han de seguir unos pasos
bien establecidos y delimitados y que, por consiguiente, uno llega a realizar
de forma mecánica o automática. Así, por ejemplo, consideraríamos
ejercicios la realización de un eje cronológico o de una pirámide de población
a partir de los datos de una tabla; la elaboración de un esquema con la
información básica que proporciona un texto escrito; la descripción formal de
los elementos arquitectónicos de la fachada de una iglesia renacentista; el
registro de los datos de una excavación arqueológica; el trazado del perfil
topográfico entre dos puntos de un mapa, etc. Tales tareas pueden ser más o
menos difíciles en función de los datos manejados y, por supuesto, ser
ejecutadas con mayor o menor rigor y perfección; pero, en principio, tanto sus
soluciones como los pasos para llegar a ellas parecen bien definidos y precisados. No
ocurre lo mismo con tareas como, por ejemplo, elegir el emplazamiento más
adecuado para una nueva gasolinera en Zaragoza a partir de datos como: un mapa
de carreteras con indicación de las gasolineras existentes, flujos de tráfico,
precios del suelo, etc.; seleccionar entre varios cuadros de Rafael el que
mejor exprese los rasgos del arte renacentista; sopesar entre distintos hechos
y circunstancias las causas más determinantes de la quiebra de la monarquía
absoluta en España; cotejar dos artículos de la prensa diaria que discrepen en
sus análisis sobre los resultados de unas elecciones políticas y discernir en
ellos las valoraciones que puedan ser más objetivas y fundamentadas, etc. Estas
últimas actividades se nos presentan, al contrario que las anteriores, como
tareas sin una respuesta unívoca, a la que uno puede llegar por itinerarios
diferentes.
La distinción entre
problemas y ejercicios, pese a su aparente claridad, exige hacer una importante
matización: aun cuando existan diferencias notables en la naturaleza de uno y
otro tipo de tarea (unas más abiertas o discutibles que otras), no es menos
cierto que esas tareas pueden ser más o menos problemáticas en función del
conocimiento y experiencia de quien las afronta; así, a un alumno con poca
experiencia le puede resultar un verdadero problema la simple elaboración de un
eje cronológico sencillo, mientras que, por el contrario, un especialista en
geografía dará en seguida, con rapidez y aparente automatismo, varias
alternativas para el emplazamiento de nuestra gasolinera. Por consiguiente,
podemos decir que la distinción entre ejercicios y problemas es, en buena
medida, una cuestión de grado y dependiente de los
conocimientos
y experiencia del sujeto. (Tomado el 8/10/2011 de www.santillana.com.ar)
Para más información leer "La solución de problemas"-Juan Ignacio Pozo
https://drive.google.com/file/d/0B7SpapBKWztja2UxTjdmbHJ4RG1Bd19kOHdLVEZ6eEpvM3JF/edit?usp=sharing
https://drive.google.com/file/d/0B7SpapBKWztja2UxTjdmbHJ4RG1Bd19kOHdLVEZ6eEpvM3JF/edit?usp=sharing
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